Como sabéis, desde el año pasado, venimos celebrando meses temáticos en la Biblioteca. Los meses de octubre y noviembre han estado dedicados a la literatura de terror. Con motivo de la celebración del Día de la Paz y la no violencia el 30 de enero, hemos elegido este tema para los meses de diciembre y enero.
En la Biblioteca de nuestro centro encontraréis expuestos diversos libros que tratan temas como las relaciones sociales, el maltrato, niños guerrilleros, etc.
Entre los muchos beneficios de la lectura, siempre me gusta destacar la capacidad que van adquiriendo los que leen para ponerse en el lugar de los demás y llegar a comprenderlos mejor. Por ello, qué duda cabe, la lectura nos hace más humanos. Os dejo aquí un texto que expresa muy bien esta idea, y la aplica a un viejo conflicto que en estos últimos días, por desgracia, ha vuelto a estar de actualidad. Se trata del discurso que pronunció el escritor Amos Oz cuando recibió en 2007 el premio Príncipe de Asturias de las Letras:
Si adquieres un billete y viajas a otro país, es posible que veas
las montañas, los palacios y las plazas, los museos, los paisajes y los
enclaves históricos. Si te sonríe la fortuna, quizá tengas la
oportunidad de conversar con algunos habitantes del lugar. Luego
volverás a casa cargado con un montón de fotografías y de postales.
Pero,
si lees una novela, adquieres una entrada a los pasadizos más secretos
de otro país y de otro pueblo. La lectura de una novela es una
invitación a visitar las casas de otras personas y a conocer sus
estancias más íntimas.
Si no eres más que un turista, quizá tengas
ocasión de detenerte en una calle, observar una vieja casa del barrio
antiguo de la ciudad y ver a una mujer asomada a la ventana. Luego te
darás la vuelta y seguirás tu camino.
Pero como lector no sólo
observas a la mujer que mira por la ventana, sino que estás con ella,
dentro de su habitación, e incluso dentro de su cabeza.
Cuando
lees una novela de otro país, se te invita a pasar al salón de otras
personas, al cuarto de los niños, al despacho, e incluso al dormitorio.
Se te invita a entrar en sus penas secretas, en sus alegrías familiares,
en sus sueños.
Y por eso creo en la literatura como puente entre
los pueblos. Creo que la curiosidad tiene, de hecho, una dimensión
moral. Creo que la capacidad de imaginar al prójimo es un modo de
inmunizarse contra el fanatismo. La capacidad de imaginar al prójimo no
sólo te convierte en un hombre de negocios más exitoso y en un mejor
amante, sino también en una persona más humana.
Parte de la
tragedia árabe-judía es la incapacidad de muchos de nosotros, judíos y
árabes, de imaginarnos unos a otros. De imaginar realmente los amores,
los miedos terribles, la ira, los instintos. Demasiada hostilidad impera
entre nosotros y demasiada poca curiosidad.
Los judíos y los
árabes tienen algo en común: ambos han sufrido en el pasado bajo la
pesada y violenta mano de Europa. Los árabes han sido víctimas del
imperialismo, del colonialismo, de la explotación y la humillación. Los
judíos han sido víctimas de persecuciones, discriminación, expulsión y,
al final, el asesinato de un tercio del pueblo judío.
Cabría
suponer que dos víctimas, y sobre todo dos víctimas de un mismo
perseguidor, desarrollarían cierta solidaridad entre ellas.
Desgraciadamente las cosas no son así, ni en las novelas ni en la vida
real. Por el contrario, algunos de los conflictos más terribles son
aquellos que se producen entre dos víctimas de un mismo perseguidor. Los
dos hijos de un progenitor violento no tienen por qué amarse
necesariamente. Con frecuencia ven reflejada el uno en el otro la imagen
del cruel progenitor.
Exactamente así es la situación entre
judíos y árabes en Oriente Medio: mientras los árabes ven en los
israelíes a los nuevos cruzados, la nueva reencarnación de la Europa
colonialista, muchos israelíes ven en los árabes la nueva
personificación de nuestros perseguidores del pasado: los responsables
de los pogroms y los nazis.
Esta realidad impone a Europa una
especial responsabilidad en la solución del conflicto árabe-israelí: en
lugar de alzar un dedo acusador hacia una u otra de las partes, los
europeos deberían mostrar afecto y comprensión y prestar ayuda a ambas
partes. Ustedes no tienen por qué seguir eligiendo entre ser
pro-israelíes o pro-palestinos. Deben estar a favor de la paz.
La
mujer de la ventana puede ser una mujer palestina de Nablus y puede ser
una mujer israelí de Tel Aviv. Si desean ayudar a que haya paz entre las
dos mujeres de las dos ventanas, les conviene leer más acerca de ellas.
Lean novelas, queridos amigos, aprenderán mucho.
Las cosas irían
mejor si también cada una de esas dos mujeres leyese acerca de la otra,
para saber, al menos, qué hace que la mujer de la otra ventana tenga
miedo o esté furiosa, y qué le infunde esperanza.
No he venido
esta tarde a decirles que leer libros vaya a cambiar el mundo. Lo que he
sugerido es que creo quea leer libros es uno de los mejores modos de
comprender que, en definitiva, todas las mujeres de todas las ventanas
necesitan urgentemente la paz.
Quiero agradecer a los miembros del
jurado del premio Príncipe de Asturias que me hayan otorgado este
maravilloso Premio. Muchas gracias y mis mejores deseos a todos ustedes.
Shalom u-brajá.
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